jueves, 16 de septiembre de 2010

La tiendita de Don Gómez vs los supermercados

El sueldo de maestro de mi padre no alcanzaba y mi madre tenia que “parar la olla” haciendo mil y un cachuelos. Eran fines de los ochentas e inicios de los noventa. Había desaparecido Monterrey y Scala, así como su versión populista, los olvidados “Mercados del Pueblo” del primer Alan. En medio de la crisis económica y la escasez de productos había que buscar algún pariente o persona muy cercana con acceso a productos básicos para pedirle que nos guarde un poco, como favor muy especial.

Don Gómez tenía una tiendita de abarrotes en el camino de la casa al mercado. Tenía muchos años cuando lo conocimos y era siempre reconocido en el barrio por los vecinos. Don Gómez atendía con una sonrisa y tenía el estilo de tendero bonachón, que juega con los niños y reprime a los traviesos, y que es cordial y atento con las personas mayores. El mayor recuerdo que guardo de él, es su sentido de la solidaridad, no sé cómo llamarlo. Don Gómez siempre permitía el pago diferido (llámese fiar) y buscaba vender al mayor numero de personas las provisiones escasas que le llegaban como arroz, azúcar, leche y otros. En otros sitios simplemente no encontrabas.

Don Gómez fiaba sin intereses y sin límite de crédito. Muchos dirán que Don Gómez era tonto porque, como se imaginarán, hubo quienes nunca le pagaron todo lo fiado y en otros casos el pago que recibió fue tan diferido que el dinero ya no valía como antes. Lo principal en Don Gómez era que, antes que una relación cliente-vendedor, tenía una relación de amistad. Con él podías conversar, si eras niño jugar, con él también algunas personas encontraron un oidor atento a sus problemas “reales” ó “inventados”, frente a los cuales siempre cedía cuando el problema era de gravedad o de mucha necesidad, como por ejemplo: “perdí el trabajo, no sé hasta cuándo encuentre otro”, “a mi madre la operaron y me quedé sin nada”, “mi esposo me abandonó, y no tengo que darle a mis hijos”, etc. Don Gómez siempre confió en las personas, fió y guardó víveres para quienes no lo tenían debido a la escasez. Buscaba que todos sus clientes pudieran comprar al menos un kilito de arroz sin sobreprecio, como lo vendían sus competidores.

Creo que sin Don Gómez muchos no hubiéramos podido vivir esos días con dignidad.

Hoy existen tres supermercados: Metro, Plaza Vea y recientemente Tottus, además de tiendas por departamento y aunque algunas de ellas te otorgan una tarjeta de crédito, la misma no es para todos y tiene límite de crédito. A ellas no le puedes contar tus problemas, tampoco son amicales, no jugarán con tus hijos mientras compras y, claro, si estás enfermo o con problemas económicos no le interesará en lo absoluto. Tenemos todo en un ambiente más grande, más bonito, con mayor diversidad de productos, pero algo falta.

Después de algún tiempo pasé por la tiendita y me percaté que Don Gómez ya no estaba detrás del mostrador, sino su hijo. Le pregunté por Don Gómez y me contó que estaba muy enfermo, la enfermedad parece irreversible. Don Gómez es una persona muy mayor, lamentablemente la vida tiene fecha de vencimiento, pero el espíritu de solidaridad que Don Gómez significó para muchas personas durará para siempre y, si me dieran a escoger entre un modelo de desarrollo con supermercados versus la tiendita de Don Gómez, no dudaría en elegir a Don Gómez, porque tener grandes supermercados no es sinónimo de progreso y felicidad sino más bien de ajeno, frío y distante. Gracias por todo Don Gomez.

jueves, 9 de septiembre de 2010

La energía, lo ambiental y los conflictos sociales


Hace unos días se llevó a cabo una reunión organizada por el Movimiento Ciudadano Contra el Cambio Climático (MOCCIC), Christian Aid, la Asociación Nacional de Centros (ANC), ITDG y Centro de Desarrollo Agropecuario (CEDAP), en la que se discutió la perspectiva de la sociedad civil frente a la revisión de la estrategia de energía del Banco Mundial. Los organismos internacionales como el Banco Mundial financian diversos proyectos en países como el Perú, siempre y cuando dichos proyectos cumplan con determinados lineamientos y orientaciones que el Banco tiene como guía. Los gobiernos como el peruano, que cuentan con poco presupuesto, requieren de ese financiamiento para poder ejecutar proyectos.

El sector energía en años recientes ha ido tomando en consideración a la organización social de poblaciones en las cuales se llevan a cabo actividades de producción, transporte o distribución de energía. Lamentablemente, las actividades de explotación en particular tienen mala imagen puesto que un accidente produce un impacto ambiental elevado en poblaciones cuya vida depende directamente de la naturaleza. Las concesiones otorgadas por el Estado no habían venido tomando en cuenta la opinión de estas poblaciones, por lo que muchas de ellas expresan su rechazo a estas actividades extractivas como la minería o la energía. Las instituciones de la sociedad civil nombradas al inicio mantienen una posición en defensa de comunidades y la sociedad ante la pobreza, los efectos del cambio climático y actividades de empresas y del Estado.

Por otro lado, es claro que sin el desarrollo de proyectos de inversión en energía no podremos abastecer nuestra demanda interna con seguridad en el mediano y largo plazo, así como mantener un precio que haga favorable el desarrollo de industrias competitivas.

Por ello, remarcamos la importancia del desarrollo de proyectos de explotación de energía como exploración de hidrocarburos y la construcción de centrales hidroeléctricas, pues estas redundarán en desarrollo a nivel global del país, sin embargo, conjuntamente con este desarrollo es inevitable producir costos sociales elevados que necesitan ser cuantificados necesariamente, de tal manera de asegurar no sólo el beneficio de las empresas privadas o del Estado sino también el beneficio de aquellas poblaciones cercanas a las actividades de extracción. Estos costos económicos como la afectación de la salud y la vida de las poblaciones casi no han sido cuantificados, por lo que se necesita incluirlos en las evaluaciones de cada proyecto.

Por otro lado, el ejercicio de la democracia y el diálogo con las poblaciones por parte del Estado y la empresa privada recién parecen posibles. Mientras exista mayor diálogo los niveles de consenso permitirán un mejor manejo de los conflictos socioambientales y se ayudará a prevenirlos.

Lamentablemente, no tenemos un plan de desarrollo consensuado entre todos los actores sociales y políticos, el intento del acuerdo nacional parece no caminar. Además, toda planificación requiere de unos lineamientos generales para lograr los objetivos que buscamos como país. Sin el marco general de hacia donde vamos no se pueden plantear políticas sectoriales sin afectar los intereses de otros compatriotas con el consecuente conflicto social que se derivará de ello. Hasta ahora el interés que ha primado ha sido el de las empresas.

Para las próximas elecciones presidenciales la agenda energética, por ejemplo la explotación de Camisea, las hidroeléctricas, y el acceso combustibles de bajo costo, serán no sólo temas a tratar, sino ejes de movilización social y política que, por el bien del país, requieren de dialogo sobre el cómo y hacia dónde queremos que nuestro país camine por la senda del desarrollo y el bienestar sin exclusiones, sino seguiremos incubando más conflictos y divisiones entre los peruanos.