En estos últimos meses y quizás con mayor fuerza en los últimos años, existen incontables movimientos “anti”. Todavía recuerdo quizás el primer gran movimiento “anti” de esta moda reciente. Ese movimiento se formó en torno por el rechazo al proyecto minero de Tambogrande. La campaña planteaba el reto de optar por utilizar el territorio para hacer una mina o para continuar utilizándolo como un valle fértil de limones. “Sin limón no hay ceviche” decían sus avisos que aparecieron pegados en las paredes de Lima.
¿Qué ha ocurrido desde aquella campaña hasta el día de hoy? Cuestiona el hecho de ver a ciudadanos de diversas zonas del país salir a marchar contra la construcción de una mina, contra la exploración ó explotación de hidrocarburos o, lo más llamativo, contra la construcción de hidroeléctricas.
Todavía tengo fresco el recuerdo de cómo hace unos pocos años atrás las poblaciones pedían a gritos al gobierno la construcción de su proyecto de una central eléctrica (hidro o térmica) para darle luz a sus poblaciones. Cada poblado quería tener su propia central hidroeléctrica, muchos dirigentes regionales impulsaban los proyectos para la construcción de centrales eléctricas para sus pueblos. Las autoridades contaban estos proyectos entre sus grandes logros y obras, ellos habían sido los ejecutores de la construcción de la central hidroeléctrica de la región o provincia o distrito y siempre quedaría grabado su nombre no sólo en la placa de inauguración sino también en la memoria de todo el electorado.
Sin embargo, la realidad actual es otra. Esos mismos pobladores que antaño luchaban por la construcción de proyectos de inversión en sus territorios, que aportaban faenas comunales de trabajo para lograr la ejecución, ahora marchan y reclaman en contra de su construcción. Sea lo que fuera, desde carreteras hasta hidroeléctricas, hoy se oponen; en el caso de minas e hidrocarburos es cierto nunca fueron “bien” vistas pero tampoco tenían una oposición tan vehemente y visible.
¿Es este un síntoma de haber ganado en ciudadanía, desarrollo y democracia? A veces pienso que estas oposiciones y colectivos no son más que expresiones caudillistas y de manipulación política de diversos intereses, sobre todo internacionales, como son los grupos conservacionistas, para quienes proteger y evitar cualquier impacto, aún sea mínimo, es su fin ultimo.
Por otra parte, el movimiento anti-minería, anti-hidrocarburos, anti-carretera y anti-hidroeléctricas asume el rol de la defensa de los intereses del “pueblo”, de ese “pueblo” que ha virado de intereses. Asumen ese rol defensor únicamente con el planteamiento de “conservar” las cosas como están pero no tienen alternativas de desarrollo ni tampoco plantean proyectos concretos y articulados para seguir la senda del desarrollo y superar la pobreza.
Parece que todavía respondemos a intereses de países ajenos europeos o Estados Unidos, tanto de su ala más a la derecha –pro libertad de mercados y capital– ó de movimientos “verdes” y “ecologistas”.
Los últimos buscan conservar en nuestros países aquellos recursos que sus países sí tuvieron la decisión y libertad de explotarlos, y con ello generar su desarrollo; sin embargo, a nosotros nos lo impiden vendiéndonos la idea de que “cuidamos el ambiente” o “protegemos la naturaleza”.
Nos hacen creer que esos problemas son de “todo el planeta” cuando la verdad es que son más de ellos que nuestros, pues esos países “desarrollados” emiten más del 60% de la contaminación del planeta y han devastado sus recursos naturales para tener el nivel de vida que tienen, mientras nosotros podemos seguir siendo pobres. Son ellos lo que no quieren parar el ritmo devastador de su estilo de vida y vienen a nuestros países a proteger finalmente sus propios intereses.
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