lunes, 23 de noviembre de 2009

¿La grasa de los pishtacos sirve para aceitar a quién?

Ciudadanas y Ciudadanos:

Quiero expresarles una opinión general sobre esta semana. Después de todo lo que visto ir y venir en los medios de
comunicación me asalta la pregunta ¿La grasa de los pishtacos sirve para aceitar a quién?

Estas últimas semanas han estado repleta de informaciones que han rellenado nuestros medios de
comunicación a rabiar y han sido la caída de la banda de los "pishtacos", la otra el lío entre Marisol Aguirre y Cristian Meier y finalmente la "Chica Pulmón".

Y por otra parte quedaron en el olvido el tema de la huelga indefinida de
Abancay en donde incluso se ha llegado a niveles de violencia y a la cual los medios de comunicación dieron poca o casi nula importancia. Se ha hablado de decenas de heridos en enfrentamientos y tampoco se sabe mucho al menos en nuestros medios limeños y la televisión.

Ahora el gran tema que vomita opiniones de todas las tendencias desde las más recalcitrantes y las más "
prochilenas" y acapara la agenda nacional es el caso del espía chileno, la verdad creo que si bien como han indicado muchas voces lo más importante sería saber ¿Por qué Chile nos espía? ¿Qué pretensiones tiene para con nosotros? y seria importante reconocer dicho fin para esclarecer este asunto y evitar que nuevamente algunos oportunistas utilicen el tema Chile para unirnos contra un enemigo común, recuerden que las guerras favorecen las dictaduras y violan en líneas generales la democracia en pro de una supuesta defensa nacional (ojo con Donayre).

Tratando de responder la pregunta primera, creo que hay un grupo político al que le interesa posicionar previo a elecciones la idea del enemigo común para proponer medidas autoritarias no hablo de un partido en particular sino de una tendencia que incluye a varios actores, y esa línea es el autoritarismo de derecha que puede tener dentro de sus
representantes al vicepresidente Giampetri, a Rafael Rey y alguno que otro miembro adicional.

Olvidar
Abancay, olvidar Bagua, y una serie interminable de conflictos sociales también puede convenirle a este grupo que ha ganado buena parte del poder en el Perú, que como sabemos va a asociado a la inversión privada en determinados sectores económicos que justamente generan "conflictos sociales". Quizás dentro de esta lógica el último CADE ha recibido si una exposición en medios de mediana importancia. Sin embargo otro tema que pasó de largo fue la renuncia a la comisión económica para analizar la crisis externa de varios economistas de "izquierda" de los 68 economistas que fueron convocados para conformar dicha comisión.

Creo por ello que la aceitada de toda esta chorreada de noticias
distractoras o como dicen "sicosociales" es bajarle las revoluciones a las noticias que habían inundado las semanas anteriores sobre los conflictos sociales y su relación con el capital privado y también de lado olvidar que los juicios a Fujimori continúan y que incluso se está analizando el pedido de nulidad de la condena a 25 años.

martes, 10 de noviembre de 2009

Bien que te gusta

Siempre he querido dejar de ser machista, si es que acaso algo puedo hacer para que dicha actitud estúpida desaparesca de nuestra socidad, publico el siguiente artículo de Patricia del Rio.



Bien que te gusta

Por Patricia del Río

María Paola Vargas no solo fue lanzada de una combi. Ese fatídico sábado en el que se encontró atrapada en una custer con una turba de barristas enloquecidos, a ella le ocurrió algo que las mujeres peruanas tenemos que soportar casi todos los días: experimentó el terror de que esos chicos que gritaban a su alrededor no solo le arrebatarían su iPod o su billetera, sino que el robo vendría con agarrada de tetas y culo, con insultos y mañoserías, y si la cosa se ponía fea, con violación o, como fue en su caso, con aventón.

He hecho una rápida consulta entre amigas y conocidas, y todas coinciden en que casi cualquier acto criminal contra una mujer suele derivar en un episodio de agresión sexual. A nosotras nos roban y nos manosean, nos secuestran y nos violan, nos insultan y nos meten la mano. A veces, el toqueteo o las vulgaridades vienen solas, y nos los lanzan como 'piropos’ que, se supone, tendríamos que agradecer. A mí, por ejemplo, me han metido la mano varias veces. Entre las que recuerdo con más rabia está un imbécil que me tocó el poto desde su auto mientras yo montaba bicicleta. Por supuesto que casi me mato cuando caí de cara en la pista. Otra vez me manosearon mientras caminaba por Barranco. Mi agresor resultó ser un niño de ocho años que vendía dulces.

Y no importa si eres joven, vieja, alta, baja flaca o gorda. Tampoco parece relevante el grado de instrucción o edad del mañoso que te toca en gracia. A Pilar, un profesor de la universidad le dijo “flaca, una agarradita; si no, te jalo”. A Rocío, asesora del Congreso, un 'padre de la patria’ le agarró las tetas. A Patricia, mi amiga editora, le dijeron a los 11 años que tenía cuerpo de puta y, a mi prima Fabiola, un compañerito de clase le jaló la tira del recién estrenado sostén y la hizo llorar. A la dulce Doris, tres energúmenos se bajaron de una combi y se la chaparon a la fuerza. A la atlética Stephany le lanzaron “quisiera ser tu calzón para que me mates a pedos”, y a Mónica, que es timidísima, le encajaron el no menos grosero “qué lindo huerto para sembrar mi nabo”. Lo más indignante de esta situación es que los hombres creen que esas manifestaciones nos hacen felices. “Bien que te gusta, de qué te quejas” es el clásico estribillo que nos encajan después de que reclamamos por alguna grosería.

Curiosamente, si estas mismas perlas se las dicen o se las hacen a las madres o hermanas de los graciositos, ahí sí se cae el mundo y quieren matar al que osó ofender a sus chicas. Desde acá les pasamos un dato a los que están levantando la ceja porque este texto les parece una exageración. Pregúnteles a sus madres si caminan confiadas por las calles. Que les cuenten sus hermanas cuánto miedo les da tomar un taxi o subir a una combi repleta de hombres. Pregúnteles a sus hijas cómo se sintieron la última vez que se pusieron una minifalda y no pudieron avanzar una cuadra sin escuchar gritos y silbidos. Piensen, solo por un momento, el terror que sintió María Paola en los últimos minutos que estuvo con vida. Solo piensen.