domingo, 16 de octubre de 2011

¿La gran transformación a qué futuro debe llevarnos?


“El problema es que siguen trabajando como si hubiera ganado Keiko y nada hubiera cambiado” esta fue la preocupación que me expresara un amigo que trabaja en un ministerio del Estado y con quien hace unos hace unos días nos reunimos para conversar sobre los cambios que se vienen dando en el rumbo del Estado. Otra amiga por su parte después de dos meses en un ministerio confiesa “mi primera evaluación, es que la transformación no se verá en este gobierno, mover la mole de la burocracia toma sus años”.

Parte de la metamorfosis del discurso de Ollanta Humala y el partido nacionalista se podría resumir en un camino que va desde un extremo que puede ubicarse a la izquierda hasta un lugar que casi se puede llamar como centro. Y es que la gran transformación ofrecida durante las elecciones apuntaba a atender las necesidades y pedidos de una población postergada del desarrollo nacional (no han ganado los ignorantes, han ganado los ignorados), que ha visto pasar el progreso de los últimos 10 años sin percibir algún beneficio en su vida diaria y que reclama seguramente celeridad en que esa gran transformación les mejore su calidad de vida. ¿Será posible lograrlo en cinco años?

Nuestro modelo actual viene dado desde inicios de los noventas el cual se instauró en la constitución del 93, en esta, se proclamó el llamado principio de subsidiariedad restringiéndolo hábilmente a su aspecto de la actividad empresarial del Estado. Este modelo que nos ha regido durante casi 20 años ya ha mostrado su agotamiento y falencias. Permitió un cierto crecimiento económico a la par y con algo de suerte, de una gran bonanza económica producto de una mayor dinámica de los mercados internacionales y de grandes inversiones privadas que hay que remarcar no hubieran sido posibles sin una garantía de rentabilidad por parte de los gobiernos de turno (Estado), porque valgan verdades el gran capital para la grandes inversiones no les gusta correr riesgos sino que todo lo quiere “seguro” y esa seguridad la hemos pagado todos los peruanos.

Pero volviendo a la gran transformación, creemos que debería iniciarse un debate sobre adonde queremos llegar como país de aquí a 20 o 30 años. Los ciclos de nuestro modelos de los últimos 60 años han demostrado una validez de entre 20 y 25 años, después de dicho tiempo entran en crisis y cambiamos de modelo. Si aceptamos dicha aseveración, estamos pues en una etapa de tránsito en un momento de crisis del modelo actual no sólo a nivel nacional sino también planetario. La gran transformación que requiere nuestro país no se dará por lo tanto en un salto de cinco años sino que es necesario comenzar a construir y cimentar desde hoy ese nuevo paradigma que lleve nuestros destinos de país en los próximos 30 años, esperemos que el gobierno actual logre este primer paso.

Ciertamente, para muchas personas el gran cambio significará tener un Estado al servicio de los ciudadanos y no sólo al servicio de los grandes capitales y del mantenimiento de las cifras macroeconómicas en azul, lo cual no es malo, lo malo es que se dedique prioritaria y únicamente a ello. Este aspecto es muy importante porque todos los ciudadanos debemos sentir que el Estado es nuestro, que nos pertenece, sentirnos responsable de su buen funcionamiento y no verlo como a un enemigo ajeno, como un Estado secuestrado.

Y es que si bien la gran transformación es mejorar la calidad de vida de todos los peruanos, creo que el principal escollo para sortear todos juntos estos 30 años que vienen (que incluyen una fecha simbólica como el bicentenario de la independencia) es poner énfasis en otros pilares fundamentales del desarrollo para que este no sea sólo económico y de unos pocos. Esos pilares son en nuestra opinión el conocimiento y lo que ello implica, es decir, tener educación universal gratuita para todos y una buena educación superior a todo nivel, en esto último habría que aclarar que ello no significa desaparecer la educación privada pues quien quiera pagar por su educación pueda hacerlo, pero que la educación de calidad no sea privilegio de unos cuantos no solo por una cuestión de justicia sino por una razón de valor y riqueza pues lo que genera valor y riqueza de los países es el conocimiento.

Además del conocimiento y ligado a él está la tecnología y el acceso a ella. Es obvio pues que la tecnología mejora nuestra calidad de vida, nos hace la vida más sencilla, nos permite combatir enfermedades que antes eran incurables, nos hace más productivos en las industrias, nos permite cuidar mejor nuestro entorno ambiental y el conocimiento por su parte nos ayuda a valorar nuestra identidad, afirmarnos dentro de un escenario global y mejorar nuestras relaciones sociales, etc. Pero para lograr un desarrollo tecnológico y un mejor nivel de conocimiento es necesario una planificación y mejoramiento de la calidad educativa, apuntar a la producción de ciencia y tecnología propia.

La experiencia acumulada por el modelo de los tigres asiáticos y de la actual China, India y Brasil nos demuestran que es posible lograr un desarrollo tecnológico basado en la planificación por parte del Estado y de la toma de medidas graduales que permitan un tránsito de una economía de subsistencia a una de industrialización. Si bien hay que ser consientes de las diferencias entre todas estas experiencias queda claro que sin planificación y una actuación central y consensuada del Estado que lleve las riendas de todos los sectores y actúe con mirada de largo plazo no es posible lograr esa ansiada gran transformación que todos queremos, podemos seguir parchando el modelo actual y seguir siendo un país que produce riqueza solo de sus recursos naturales y los servicios manteniendo en la pobreza a una buena parte de su población o cimentar la gran transformación de los próximos 30 años, pensando en un futuro mejor para nuestros hijos y nietos.

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